¿Qué son los deepfakes y cómo se crean? ¿Son una amenaza para la sociedad o una herramienta para el entretenimiento? ¿Cómo podemos detectarlos y combatirlos? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos responder en este artículo, donde exploraremos la definición y el funcionamiento de los deepfakes, así como sus implicaciones éticas y legales.
Los deepfakes son vídeos o imágenes falsas que se generan mediante inteligencia artificial, utilizando algoritmos de aprendizaje profundo (deep learning) que pueden manipular el rostro, la voz o el cuerpo de una persona, haciendo que parezca que dice o hace algo que nunca ocurrió. El término deepfake proviene de la combinación de las palabras en inglés deep learning y fake (falso).
Los deepfakes se crean a partir de dos conjuntos de datos: uno con imágenes o vídeos de la persona que se quiere suplantar (la fuente) y otro con imágenes o vídeos de la persona que se quiere imitar (el objetivo). Estos datos se introducen en una red neuronal artificial, que es un modelo matemático inspirado en el funcionamiento del cerebro humano, capaz de aprender de forma autónoma a partir de la experiencia. La red neuronal analiza las características faciales, vocales o corporales de ambas personas y aprende a generar una imagen o vídeo sintético que fusiona los rasgos de la fuente y el objetivo, creando una ilusión convincente.
Los deepfakes pueden tener fines lúdicos, artísticos o educativos, como por ejemplo crear parodias, homenajes o simulaciones. Sin embargo, también pueden tener fines maliciosos, como difamar, extorsionar o engañar a otras personas, violando su privacidad, su reputación o su identidad. Los deepfakes pueden usarse para crear noticias falsas, propaganda política, pornografía no consentida o ciberacoso, entre otros delitos.
Por eso, es importante saber cómo detectar y combatir los deepfakes, para evitar ser víctimas o cómplices de estas falsificaciones. Algunas pistas que pueden ayudarnos a identificar un deepfake son: la falta de sincronización entre el audio y el vídeo, las anomalías en los bordes del rostro o el cuerpo, los cambios bruscos en la iluminación o el fondo, los movimientos extraños de los ojos o la boca, o la ausencia de parpadeos o expresiones naturales.
Además, existen herramientas tecnológicas que pueden analizar los vídeos o imágenes sospechosos y determinar si son auténticos o falsos, mediante técnicas como el análisis forense digital, la esteganografía o la criptografía. También hay iniciativas legales y sociales que buscan regular y concienciar sobre el uso responsable de los deepfakes, como por ejemplo leyes contra la difusión de información falsa, códigos éticos para los creadores de contenidos digitales o campañas de educación mediática para los consumidores.
En conclusión, los deepfakes son una realidad cada vez más presente y sofisticada, que plantea desafíos y oportunidades para la sociedad. Es necesario estar informados y alertas sobre esta tecnología, para poder aprovechar sus beneficios y evitar sus riesgos.